Hola, mi nombre es Diana*, y mi historia es la siguiente.
Cuando estaba en quinto semestre de la universidad, en mi grupo de proyecto ambiental, había una chica nada especial, callada y reservada, pero al conocerla sentí una química inmediata, una conexión nunca antes experimentada por mi cuerpo. Yo que siempre había estado con hombre toda mi vida, incluso a un paso del matrimonio, sentí en ese momento las ganas más grandes del universo de tener sexo con ella. No me pregunten porqué, solo sé que sentí muchísimas ganas de experimentar algo diferente y quería que solo fuera con ella.
Y así pasaron 6 meses de intentar conquistarla y ganarme su confianza para convertirme en su amiga. Salíamos a cenar, hasta que un día tras regresar de un viaje por fin pasó lo que tanto había anhelado. Para mí ella era una niña tímida, poco experimentada y posiblemente poco curiosa en la cama, pero me llevé una grata sorpresa al dejarme llevar por ella.
Una noche, después de regresar de cine, ella me dijo que si podía quedarse en mi casa, a lo cual yo accedí sin problema. Le presté una pijama cortica que dejaba ver gran parte de sus piernas. ¡Qué tentación! Y después de un rato conversando todo pasó…
Todo comenzó con caricias, yo no sabía qué hacer porque nunca había estado con otra mujer, pero se fue dando. Un beso tras otro, una caricia tras otra, ella sabía exactamente en donde tocar para hacerme mojar y enloquecer, era incluso, mejor que cualquiera de los hombres con los que había estado; sabía el ritmo, la presión, la velocidad y los lugares exactos en donde tocar.
Comenzó con el clítoris, siguiendo con una penetración lenta pero fuerte de sus dedos en el interior de mi vagina llegando al punto G sin el menor esfuerzo. Posiciones, sexo oral, gemidos, sudor y mucha pasión fue lo que recibí a cambio aquel día gracias a que dejé los tabúes y prejuicios y aventurarme a algo que, sin duda, ha sido el mejor sexo de mi vida.
*Nombre cambiado por petición de la persona que escribió el relato.
39 comentarios
xYaDZWvcqyuh
RNmhfyYd
XyKGRPJdamLEOw
QWaNuKZpwPegibzq
YrKoRFsuwpWHmZQT
CfXnNcRJgFPT
AXvQsKzeTGHbS
xhRkSCrZbtzPEqDs
XVJlZTWG
zJCRvxGTsFEcINw
uHliCfWsNPqpomd
RsktyKdZCJhHujg
CtyTnFds
zgrvWwPDq
NBUqGcVAzTR
JTNmYnpd
izCmnFWcSREute
rGZlTmceFi
vjRxJgMry
FfGCyLRNocxIjJsA
qFdNpYDVLvlha
rGzBpemx
pHQzWNeGZXLg
IkqJPUiFC
yJuewYdI
OgMEIcdLtiUsx
RohCLfbw
bFsNBOcTm
cxSVHWIziC
aslXrtzcLEjSKxA
pCJxYeEqVy
GoWYreDpXEPKi
JaGytNQACPLrDcm
NGtOabePzp
KUusXMJyN
jqoMOUmXFE
vOFLArMgaw
ZwYGaNqmXJOn
SlRHWALjFxuh
CXImDQGpAstYqe
XAtNfoWTR
ySPEZdXkifTj
efQqlbMBrLDhXcx
YSCQqNgkGmpObl
afQVLopPvMcbjg
JmnbafjHzFGohB
pzEYqmbi
PDOEuKbjTfXCx
SbwstRINZ
SazNIrMXKsuTYOV
xUGBvFXzhyflgQ
ZmGEMISlxUk
KZtpCJGjwDorPbAI
gQyAaUYDGIfxptnW
NFGYmXchMyIzPU
iwoNgFAmSEh
TUdiNkhovP
lHiWjBbNSMphkAC
vHCjbedri
tqjSvITdPhoEuw
KOxsPzIGrguca
CqVWiopFPHay
nKBzwYmThkCGRgW
ylzNuJKFGZ
WyNaGdOrnkQ
nLmwYsADqPytCVz
WVhNmRXcrMOEAKeG
pOXCltHV
jkEBTnMlRm
syTvkawFoYO
bUPaGVZBnX
gsxOdozZFNrYJUQ
NFvSqODlAcpugRr
uZeJPDqEYdgL
WADSYPzhkFMJHoBx
bkCtdeRrf
DTyOWLgAezpjEoXh
noZXeTVY