El día que me reencontré con mi ex

Ya llevábamos siete meses separados hasta que acepté su invitación a cenar.

Siempre he pensado que las segundas oportunidades nunca son buenas y menos en este caso que él me había sido infiel con una compañera del trabajo, pero debo admitir que era con el único hombre con el que sentía tanta confianza para absolutamente todo.

Nos encontramos en el restaurante favorito de los dos, el lugar donde tantas veces fuimos en calidad de disfrutar de un buen plato de pasta y donde tantas veces hablamos de estar juntos para toda la vida, promesa que obviamente se vio afectada por la embarrada que había cometido.

Estuvimos en el sitio por espacio de 1 hora. Conversamos de todo, pero no de lo que él había hecho.

¡Ese hombre para mí era perfecto! Sonrisa linda, alto, barbado, de cuerpo atlético y lo mejor estaba de su cintura para abajo. Dios mío, tenía el pene más grande que me había comido, teniendo en cuenta que mi lista de hombres es bastante larga.

Miré el reloj y noté que aún estaba temprano. Él me había prometido que después de ir a cenar, iríamos a un bar de rock que estaba cerca.

Al llegar pedimos media botella de ron, necesitaba una buena dosis de alcohol que inundara todas mis penas, pero para decir verdad, que me quitara las ganas desenfrenadas de besarlo apasionadamente y que en efecto cuando el mesero llegó me tomé de un solo sorbo. Él me miró asustado pero su cara reflejaba felicidad por lo que estaba pasando.

A medida que los minutos iban pasando, la media botella de ron también iba desapareciendo. El trago comenzó a hacer efecto en mi cabeza y a él lo estaba viendo más papacito.

En un momento de la noche nos acercamos más y justo para ese momento yo ya me encontraba ebria y mi vagina muy caliente. Le agarré el pene por encima de su pantalón y él entendía que era señal de que quería sexo.

Él metió su mano por dentro de mi falda, no le importó la gente que estaba a nuestro alrededor y comenzó a tocar lentamente mi zona íntima. ¡Dios mío! Ese hombre sabía perfectamente dónde tocar para yo sentir un millón de sensaciones diferentes.

Al tiempo que me masturbaba, tocaba también mis senos. La música estaba tan alta que mis gemidos se perdían entre los sonidos del bar. Él seguía moviendo sus dedos tan fuertes que mi vagina ya estaba realmente mojada, quería que me penetrara, pero era evidente que ahí no podría hacerlo así que le dije que nos fuéramos para el baño a lo que me respondió con un sí sin mucho titubeo.

Él y yo siempre habíamos tenido mucha confianza y el tema del sexo no era la excepción. De hecho, recuerdo que alguna vez lo hicimos en una iglesia, pero esta experiencia se las contaré en otra ocasión.

El baño quedaba en el segundo piso, estaba vació. Me cogió por la cintura, alzó la falda y me quitó la tanga. Deseaba tenerlo dentro de mí. Se bajó el jean y pude notar cómo su pene iba creciendo a medida que la excitación también. ¡Por fin me penetró!, lo hizo muy fuerte, con ganas. Yo solo le decía que no parara hasta que terminó.

Esos siete meses de separación sirvieron para que él y yo estuviéramos teniendo sexo en el baño de un bar. ¿Quizás era esa la prueba de la reconciliación? ¿Le perdonaría la infidelidad?, solo sé fueron los mejores 10 minutos después del tiempo de nuestra separación.

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